A primera hora, después de
colocar el toldo de marras,
perfeccionando el sistema con respecto al día anterior, seguimos
trabajando con la balsa completando la cubierta, incluido el barnizado de la
misma, el forrado y pintado de los candeleros, y colocando las barandillas con
cabos de cáñamo, de manera que quedó prácticamente lista antes de la comida.
Sobre el medio día hicieron acto de presencia dos representantes
de la organización de la RUTA QUETZAL, un chico de treinta y pocos, y una chica
de veinte y tantos, cuyos nombres no recuerdo. El caso es que se presentaron
para ver cómo llevamos los trabajos. Juanma, los representantes de la
constructora ARPO y Sebastián Barahona, el cronista de Mengíbar, los pusieron al tanto sobre cómo iba el
asunto, y seguidamente nos fuimos a comer con ellos.
Después de la comida regresamos al tajo y nos enfrascamos con el
tendido del segundo cabo guía, el que quedaba del lado río abajo o más hacia el
norte, que al igual que los demás, se tensó con ayuda del diferencial de
cadena. A continuación procedimos a la botadura de la balsa, quedando claro
tras tantear el peso, que entre los que estábamos allí no podríamos hacerlo a
mano.
De todas formas lo teníamos previsto y pensado desde un
principio, y me refiero a recurrir al Isuzu 4x4. Nano y yo dimos el obligado
rodeo con el vehículo y nos colocamos en la orilla occidental, mientras Juanma
preparaba la maniobra en la orilla oriental. Nos pasó el cabo de tiro por la
tirolina, lo enganchamos a la bola de remolque del Isuzu, y con la reductora
metida empecé a tirar lentamente mientras Nano supervisaba la maniobra desde el
exterior. Suavemente, la balsa se internó en el cauce del río flotando sin
mayores problemas, asegurada con cabos por dos esquinas para que no se la
llevara la corriente. Después de la flotadura procedimos a enganchar la balsa a
los dos cabos guías y nos dispusimos a enfrentarnos a nuestro destino probando
el invento. ¿Funcionaría?
Allá que nos embarcamos los tres acompañados de otro más de la
constructora, y empezamos a tirar de brazos avanzando hacia la otra orilla y en
sentido contrario sin el menor de los problemas, llegando incluso a detenernos
en el centro del río. Pesaba, pues la corriente ejercía su resistencia, pero la
balsa era bastante estable y segura. Todo un éxito que celebramos con una
botella de champán que oportunamente apareció por allí.
A última hora de la tarde, procedentes de El Puerto de Santa
María, llegaron los refuerzos de S.T.S. estos eran, Domingo, José, Toni, Álvaro
y Pecci. Estaba previsto que formaran parte del dispositivo de seguridad que
había que montar al día siguiente, sábado 17 de julio.
Rematamos
la jornada dando el toque rústico a los anclajes, a los que además de forrar de
arpillera y pintar en el caso de los anclajes de hierro, colocamos unas
antorchas para crear ambiente, finalizando con el adujado de los cabos. Dejamos
pendiente para el día siguiente la colocación del pantalán de la orilla
oriental, con la finalidad de colocar en su lugar la balsa, porque pegada a
tierra quedaba más preservada de la fuerza de la corriente. La amarramos
firmemente a los anclajes, e incluso le colocamos una cadena por si a algún
listillo se le ocurría darse un garbeo nocturno en balsa por el Guadalquivir
llevando al traste toda la operación.
Finalizado el trabajo recogimos las herramientas, dejamos limpia
la explanada y nos retiramos para darnos una buena ducha y cenar el equipo de
S.T.S. al completo, algo que hicimos en un restaurante de Bailén especializado
en carnes a la brasa, llamado “El regreso”. Después de ponernos hasta las botas
y de platicar animosamente relajados por el éxito de las pruebas, nos retiramos
a dormir porque el día siguiente prometía ser intenso, más si cabe, por la
responsabilidad que debíamos asumir de cara al evento y a toda la gente que
dependía de nosotros, pues teníamos la responsabilidad de la seguridad de todos
ellos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario