El miércoles 7 de julio, mi amigo
Juan Manuel Toscano, en adelante Juanma, me propuso un trabajo un tanto
peculiar. Se realizaría dentro del ámbito de su empresa S.T.S. (Servicios
Técnicos Subacuáticos) pero no tenía que ver mucho con el tema del buceo,
aunque sí con el medio acuático. Como dije anteriormente, el trabajo en
cuestión consistía en la construcción de una balsa destinada a ser utilizada
por los integrantes de la RUTA QUETZAL, capitaneada por el provecto Miguel de
la Quadra-Salcedo, con la finalidad de cruzar el río Guadalquivir por un paso
cercano a la población de Mengíbar, provincia de Jaén.
La
propuesta me resultó atractiva y la acepté, sobre todo cuando Juanma me dijo
que nuestro amigo Antonio Jesús Cuesta, en adelante Nano, formaría parte del
equipo de trabajo, así que la cuestión económica me resultó irrelevante. Más que como un trabajo -a fin de
cuentas ya tenía uno- me lo planteé como una ocasión magnífica para estar junto
a mis amigos, como en los viejos tiempos cuando nos íbamos al monte para
sentirnos libres lejos del mundanal
ruido.
Este
trabajo surgió de la siguiente manera. Los organizadores de la RUTA QUETZAL contactaron
con el Ayuntamiento de Mengibar para preparar unos actos relacionados con el V
Centenario del traslado de los restos de la reina, contando con la posibilidad
de recrear el vadeo del río. Para hacerlo posible, se pusieron en contacto con
la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, organismo oficial que
administra la cuenca. Aceptada la propuesta, la confederación se puso en
contacto con la constructora sevillana ARPO, que suele trabajar para ellos, con
vistas a que se ocupara de dar forma al proyecto. Los de ARPO no tenían muy
claro cómo abordar el asunto y pidieron asesoramiento a S.T.S. que
ocasionalmente era subcontratada por ARPO para la realización de trabajos en
pantanos de la referida confederación hidrográfica.
Juanma se hizo una composición de lugar, y
convencido de que resultaría una faena interesante, ofreció sus servicios a
ARPO para hacerse cargo del trabajo, de manera que estos vieron el cielo
abierto. Poco después de las conversaciones con la constructora, Juanma realizó
un reconocimiento de la zona. Cuando llegó al lugar la fuerza de la corriente,
regulada por las presas de río arriba, estaba por debajo de lo normal y el
vadeo del río no parecía presentar demasiadas dificultades. Pero al ir por
segunda vez, el panorama cambió radicalmente porque habían abierto las compuertas
de la presa de Mengíbar, a unos 2500 metros río arriba, y a su vez las de la
distante presa del Tranco de Beas, en la Sierra de Cazorla. La corriente del
cauce resultó ser más fuerte de lo que Juanma esperaba, y al comprobar esa realidad,
se le pusieron las partes nobles de corbata. Con todo, decidió seguir adelante.
El personal
fijo de S.T.S. estaba atareado en las faenas propias de la empresa, dedicada a
las actividades subacuáticas, de modo que Juanma no podía contar con ellos pues
el trabajo que estaban realizando era prioritario. Por esa razón tuvo que plantearse contratar a personal
eventual y se le ocurrió contar con nosotros, pues dadas las características
del trabajo, pensó que podíamos formar un buen equipo entre los tres, a pesar
de que tanto Nano como yo estábamos trabajando en nuestras respectivas empresas.
En mi caso,
por aquel entonces trabajaba en la empresa de hidrografía HIDROSUR, pero como
la semana en la que había que realizar la balsa se presentaba tranquila en mí
empresa, solicité que me dieran esos días de vacaciones de verano para
aprovecharlos trabajando en el proyecto. Nano hizo lo propio con el cuartel pidiendo
unos días de permiso y de esta manera nos enrolamos en el proyecto de la balsa.
Plano de la zona de Mengíbar, al norte de Jaén. Remarcada en verde la zona de actuación.
Reunidos en la nave de S.T.S. el lunes 12 de julio comenzamos
a preparar el material necesario para el desarrollo de los trabajos como
generadores de corriente alterna, compresor de aire, herramientas de corte,
diferenciales, tracteles, maderas, cabuyería… Y los “cubis”, la clave para
poder construir la balsa. Los “cubis” son unos dados de polietileno que miden aproximadamente
70 x 70 x 35 cm, con unas orejetas
colocadas en las cuatro esquinas, que permiten el ensamblaje entre ellos
fijándose mediante unas “setas” del mismo material. Es un sistema modular para
construir plataformas flotantes de diversos tamaños y formas, según se combinen
de un modo u otro. Los “cubis” llegaron a El Puerto procedentes de Francia en
un tiempo récord, algo que resultó clave porque todo el montaje del circo debía
estar dispuesto a primera hora del 17 de julio.
A
continuación compramos el material que quedaba pendiente y lo cargamos todo en
las dos furgonetas que íbamos a llevar, una
Renault de la empresa y una Ford Transit de alquiler. Después de estibar
el material adecuadamente en los furgones, Juanma nos precisó algunos detalles
más sobre el trabajo había que desarrollar. Ya sabíamos que el cuerpo principal
de la balsa lo compondríamos con los “cubis”, y que esta se deslizaría por unos
cabos a pocos centímetros por encima de la superficie del agua, a los que
estaría sujeta mediante unas argollas de acero. La fuerza de tracción se
realizaría a base de brazadas, asiendo otro cabo tirado en la misma línea a la
altura del pecho de los braceadores. Después también supimos que con los
“cubis” restantes tendríamos que montar dos pequeños pantalanes para facilitar
en embarque del personal, y que había que fabricar unas cubiertas de madera
tanto para la balsa como para los pantalanes, con la finalidad de dar una
apariencia más rústica, acorde con la época en la que se desarrollaron los
acontecimientos, pues está claro que en 1504 no se había inventado aún el
polietileno.
Finalizados los preparativos y el briefing, todo quedó dispuesto
para la salida hacia la zona prevista para el día siguiente, pues no había tiempo que perder.
Los "cubis" con sus correspondientes setas ya insertadas en sus vértices. En la cuarta hilera se observa que faltan tres de estas setas.
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