viernes, 5 de febrero de 2016

FOTOS VIERNES 16 JULIO DE 2004


Lo primero que hicimos fue montar el sombrajo para hacer más llevadero el trabajo. El último día, el montaje nos quedó particularmente resultón.


Colocando la cubierta de madera de la balsa. Los trabajos se realizaron de manera rápida y efectiva.

Proceso del barnizado a pistola de la cubierta. Esta técnica agilizaba el trabajo ya que la aplicación del barniz se hacía de forma más rápida y se reducían los tiempos de secado. Solo aplicamos una capa, pues a fin de cuentas la balsa solo estaría operativa un día.


Otra vista en la que se ven con más detalle los candeleros forrados de arpillera pero aún sin pintar, y los cabos de cáñamo firmemente amarrados a modo de barandillas. Los costado de la balsa todavía desprovistos del faldón de brezo que disimularía el gris de los "cubis" para dar un toque rústico al asunto.


El barnizado de la cubierta casi listo, y Nano y Juanma colocando el brezo en los costados. De pie, con camisa blanca, Sebastián el Cronista de Mengíbar, junto a un representante de la constructora ARPO.

Detalle de la colocación del brezo en los costados. Se fijó con clavos sobre el cintón de madera. Como referí anteriormente, el brezo solo tenía una función decorativa, pues el gris de los "cubis" desentonaba con la estética del acto que se quería escenificar.

La balsa concluida incluso con las fijaciones que irían a los cabos guías. Solo restaba botarla y comprobar que funcionaba razonablemente bien.


Nano preparando la sujeción del cabo guía que quedó pendiente, el que quedaba del lado de río abajo, el de más al norte. Una vez amarrado en este anclaje, se procedería a su tensado desde la orilla opuesta mediante el diferencial de cadena.

Tras acabar la colocación y el tensado del cabo guía, procedimos a la botadura de la balsa. Tendimos un cabo de tiro desde la orilla oriental hasta la occidental y lo enganchamos en la bola de remolque del vehículo, tirando suavemente con la ayuda de la reductora del 4x4. La balsa se deslizó por la pequeña rampa que se ve en la orilla de enfrente, que está desprovista de vegetación.

La balsa una vez a flote. Solo restaba engancharla a los dos cabos guías.

De la primera prueba no tenemos fotos porque estábamos todos abordo de la balsa, pero en esta imagen queda patente que todo salió como debía, dada las caras de satisfacción que teníamos. Yo sostengo una botella de champán que apareció oportunamente para la celebración.

Cuando llegó Domingo, el de la derecha, no quiso perderse la oportunidad de probar el invento, así que se puso en fena con Nano. Ambos tiran del cabo de braceo haciendo que la balsa se deslice sujeta a los dos cabos guía, uno a cada lado de la misma. Habíamos colocado un par de cabos más a modo de seguridad, para ayudar a tirar desde tierra en un momento dado.



El circo prácticamente montado. Los dos anclajes de metal los forramos de arpillera y los pintamos para que no desentonaran demasiado con las traviesas de ferrocarril de madera. Los sobrantes de los cabos quedaron debidamente adujados, y la explanada expedita de todo lo que sobrara. Solo quedó pendiente para la mañana siguiente, la colocación del pantalán de la orilla oriental, la que se ve en la foto, que dejamos en tierra para poder colocar en su lugar la balsa, tal como se ve en la foto, con el fin de mitigar el efecto de la corriente sobre la misma.
Además de amarrarla con los cabos de los extremos, la aseguramos con una cadena con candado, no fuera que a alguien se le ocurriese hacer una excursión clandestina río abajo, por el Guadalquivir.  Solo restaba que amaneciese el día siguiente para que diera comienzo la función para la que se había diseñado todo esto.

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