A primera hora de la tarde, bajo el calor
sofocante que no dejó de acompañarnos en ningún momento, procedimos a
desmantelar el circo a una velocidad sorprendente, desmontando en un par de
horas, lo que nos costó montar cuatro días. Recogimos los cabos, que fue coser
y cantar pues sólo había que soltar de la orilla occidental y tirar de la oriental,
y subimos a tierra los pantalanes y la balsa, esta última con la ayuda del
Isuzu. Desclavamos las cubiertas y apilamos las tablas ordenadamente,
desmontamos los “cubis” y retiramos todo lo que no perteneciera a aquel lugar,
a excepción de los anclajes y la placa conmemorativa que nunca he llegado a
ver.
Sobre las 18:00 h después de recoger el
equipaje del hotel, emprendimos el retorno a casa. Estábamos cansados pero con
una agradable sensación, no solo por nuestro éxito, sino por haber compartido
ese trabajo entre los tres, disfrutando como cuando nos íbamos
juntos al monte con vistas a sacarle jugo a la vida.
El regreso al Puerto de Santa María
transcurrió sin novedad, llegando a la nave de S.T.S. sobre las 21:00 h. Nano,
Juanma y yo nos despedimos allí mismo, deseando que se pudiera repetir algo así
más adelante, si no en el plano laboral, al menos en lo lúdico. Pero sucede que
el paso del tiempo y las circunstancias influyen y nos cambian, nos acucian el
trabajo y las responsabilidades, la familia y todo lo demás… cada cual con su
guerra. Sucede que pasa el tiempo, que cada uno tira por su lado y todo queda
reducido a un a ver si nos vemos, a ver si hacemos esto o aquello y como mucho, muy de cuando en cuando, cada vez menos, a una salida en kayak o a tomar una cerveza. Perdimos la libertad que teníamos en la adolescencia, la tranquilidad de
pensar que lo teníamos todo por delante y que disponíamos de todo el tiempo del
mundo. Nos convertimos en adultos y se jodió el invento.
Con todo no pierdo la esperanza de repetir
algo así, y si no se diera, al menos queda el recuerdo de esto, razón por la que he querido
plasmarlo por escrito y con detalle para que no se pierda en nuestra memoria,
que con el paso del tiempo juega malas
pasadas. Es por eso también que quiero
dedicárselo a mis dos amigos, a Juanma y a Nano, amigos desde la adolescencia
con los que he compartido buenas experiencias que en cierto modo determinaron
mi carácter y también el de ellos. Va por vosotros pues…
... para rematar, contar que Juanma llegó a montar un video con escenas del trabajo que en su día me gustaría reeditar para poder incluirlo en el blog. De momento incluiré el enlace de un tema de J.J. Cale que adoptamos como banda sonora para nuestra experiencia, la canción Stone River...
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