viernes, 20 de mayo de 2016

El 20 de mayo de 2016 falleció a los 84 años, Miguel de la Quadra-Salcedo. Desde aquí mi pequeño homenaje.

Descanse en paz.

martes, 9 de febrero de 2016

ALGUNOS APUNTES SOBRE LA RUTA QUETZAL.


     La Ruta Quetzal es un proyecto educativo y cultural orientado a los jóvenes, que tuvo sus orígenes en otro proyecto denominado Aventura 92 que comenzó en 1979 con la “Expedición al mundo Aimara” y que en la actualidad y desde el 2014 pasó a llamarse Ruta BBVA, pues ya sabemos que los bancos acaban quedándose con todo.
     El nombre que no ha cambiado desde sus comienzos, hasta el momento de escribir esta historia,  ha sido el de Miguel de la Quadra-Salcedo fundador y director del evento, cuyo promotor y patrocinador más emblemático fue el ex monarca español Juan Carlos I con el aval de la Unión Europea y la declaración de interés universal por la UNESCO.
En referencia a la selección de los chicos y chicas de distintas nacionalidades que participan en la misma, los aspirantes deben cumplir unos requisitos mínimos tales como tener un nivel medio en idioma español hablado y escrito en el caso de los extranjeros, cumplir  16 o 17 años durante el periodo de la expedición, y en el caso de los participantes españoles, presentar un proyecto histórico, literario, musical, etc. que valorará un jurado formado por miembros de la Universidad Complutense de Madrid computando los méritos académicos, los proyectos, el resultado de las entrevistas a las que someten a los aspirantes, etc.
La Ruta Quetzal (Actualmente Ruta BBVA) tiene su sede central en Madrid, con ámbito en Latinoamérica y España, y aunque de momento Miguel de la Cuadra-Salcedo sigue en funciones como director, probablemente en un futuro, prevalezca en el cargo alguien con su mismo apellido, tal vez su hijo Rodrigo.
Respecto a Miguel de la Quadra- Salcedo, no se puede negar que el vasco-navarro ha tenido una vida prolífera en todos los sentidos. Ha sido atleta en la especialidad de lanzamiento jabalina, de disco y martillo, con un palmarés bastante nutrido. Fue corresponsal de TVE cubriendo entre otros episodios de la historia, la guerra de  Vietnam y la crisis de la República del Congo, donde casi lo fusilan. También fue portavoz del Camel Trophy en España, además de montarse sus propias aventuras junto con su familia, bastante metida en todo este ambiente. No puede negarse que el hombre tiene muchas historias que contar.









TRÍPTICO PUBLICADO POR EL MINISTERIO DE MEDIO AMBIENTE.

El Ministerio de Medio Ambiente editó este tríptico cuyo texto detallo más abajo. En él se relatan las circunstancias de la muerte y traslado de los restos de Isabel la Católica desde Medina del Campo (Valladolid) hasta la cuidad de Granada, traslado que se realizó bajo unas condiciones meteorológicas muy adversas.

En el tríptico figuran los patrocinadores del evento, y en cualquier caso, las empresas que tomaron parte a excepción de Servicios Técnicos Subacuáticos, a pesar de que sobre ella cayó la responsabilidad de que el vadeo del río se llevara a buen término, con éxito y con seguridad.



TEXTO CONTENIDO EN EL TRÍPTICO.

CRUCE DEL RÍO GUADALQUIVIR A SU PASO POR MENGÍBAR.

MISA CORPORE INSEPULTO.

 El 24 de noviembre de 1504, la Reina de Castilla doña Isabel de Trastámara, más conocida como la Reina Isabel la Católica, muere en Medina del Campo (Valladolid), aquejada de fiebres cuartanas, sobre las doce del mediodía.

Preces entre llantos y la celebración de la “Misa corpore insepulto” en el oratorio de la casa-palacio que los reyes de Castilla poseían en la ferial y amplia Plaza Mayor de la Villa medinense, sobre su “acera del portillo o potrillo”, presidida por el atributo del Rey don Fernando, seguida por los preparativos cortesanos para el traslado del regio cadáver hasta la lejana Granada, según había dispuesto en su testamento, modelo de prudencia cristiana devoción santa.

HASTA LA CIUDAD DE GRANADA.

Salieron los restos mortales de la Reina Católica revestidos con el burdo y penitencial hábito franciscano austero, pero fuerte ataúd, por el cual “con una cama para asentar las andas, cobró novecientos setenta maravedíes el maestro de obras de carpintería de Palacio”. El ataúd y sus andas, portado inicialmente por sus fieles criados y camareros, y rodeado por un gran número de “damas y caballeros junto a sus más fieles servidores y miembros de la Corte” que le escoltarían hasta la ciudad de Granada “sin detenimiento alguno” como la Soberana dispuso en su última voluntad.

Ya en las horas que precedieron a su cristiana y ejemplar muerte, la cerrazón de los cielos a barruntaba fuerte temporal, por lo que hubo que forrar el ataúd con “cueros de becerro y una fuerte funda encerada”.

Según los cronistas, el aguacero y truenos iniciales se transformaron pronto en diluvio oscuro y tenebroso, y así “diluviando traspusieron los puertos, entre rayos y truenos, dejando atrás rápidamente, Arévalo, Cardeñosa, Ávila, Cebreros y Toledo…” porque no solamente era el Reino todo el que únicamente lloraba, sino la Naturaleza también manifestaba su dolor y duelo.

Y así continuó el viaje-entierro de la Reina doña Isabel la Católica, vadeando ríos y patiquebrando acémilas, fueron alejándose de Medina y de Castilla, y así siguió recio el temporal durante los primeros días de aquel oscuro y tormentoso diciembre de 1504; y atravesando Jaén entró el doliente cortejo en Andalucía, que recibió el cadáver de Doña Isabel de Trastámara hecho un mar de lágrimas y dolor, y los cielos siguieron siendo negros y tenebrosos, vestidos de luto.


DOS CUERNOS DE BECERROS

Según los historiadores que vivieron en aquellos últimos días de noviembre y primeros de diciembre del año 1504 no conocieron temporal igual al que reinó en dichas fechas, y ya antes de llegar a Toledo tuvieron que cubrir y reforzar el féretro con “dos cueros de becerros, por lo que le pagaron al zapatero Diego de Madrid mil quinientos ochenta y cuatro maravedíes y medio”

Allí, en esta ciudad de Toledo, hicieron una breve parada “donde había muchos lodos y los caballeros y regidores que tomaron en hombros el ataúd frente a la toledana Puerta del Cambrón, de donde salió el Cabildo para rezar un responso, y lo llevaron a san Juan de los Reyes”, a pesar de que quisieron honrar los restos mortales de la Reina “Fundadora y Fundidora de España  y Madre de América”, en su bella y amplia iglesia-catedral Primada, pero el horrible temporal que, desde la tarde del día 26 de noviembre de aquel triste año de 1504, reinaba en la mayor parte de la Península Ibérica “urgía ganar tiempo” para que no se hicieran invadeables los ríos, e intransitables los caminos.

Y al pasar por Cebreros, treinta braceros tuvieron que ayudar a vadear el crecido río, lo que hacía presagiar el paso del caudaloso Guadalquivir y parte de su cuenca fluvial alta. Fueron muchos puentes los que se llevaron y rompieron las ventiscas y torrenteras tremendas, con desbordamientos y avenidas nunca conocidas en la memoria de aquellas generaciones.


MENGÍBAR.

Por la localidad de Mengíbar hubo que cruzarse en balsa el crecido e impetuoso río, y “más de un esforzado caballero tuvo que forzar a nado las arremolinadas corrientes.” Acémilas, provisiones y carruajes había que reparar sobre la marcha, así como los objetos y cruces, y las mulas y jumentos se despeñaban y caían por malos pasos y riscos del accidentado camino.

Dice Pedro Mártir de Anglería en su “Epistolado” que “ ni el sol ni la luna fueron vistos durante este tormentoso y póstumo entierro-viaje” que los fieles seguidores de la Reina Católica hicieron en largo y sufrido viaje hasta su sepultura terrenal en la Granada recién conquistada, y “sin embargo, ni un solo acompañante quiso abandonar el cuerpo querido y venerado”.

Por fin dieron vista a la ciudad de Granada y su fértil vega el 17 de diciembre de 1504, después de veinte días de un borrascoso y accidentado viaje fúnebre, y fue entonces cuando, Pedro Patiño, teniente del Mayordomo Mayor de Doña Isabel “ que era como aposentado de su postrer viaje” mandó hacer alto para reorganizar la fila de la triste comitiva, y al mismo tiempo “cubrir con nuevos paños el féretro” y con ello disimular los desperfectos producidos por el prolongado temporal, y tomar también un breve y necesario descanso.


“…Al vadear el río, la barca era arrastrada por la corriente y estuvo a punto de zozobrar… diose al barquero de la barca de Mengíbar, porque pasase toda la gente, un castellano, y a seis que le ayudaron, un real que montan 789 mrs…”

“… ¿Piensas que hicimos el viaje por tierra? Parecía que nos arrastraban las borrascas del mar… únicamente en las colinas y altozanos nos encontrábamos a seguro. Casi a nado atravesábamos los valles y llanuras, encontrándonos continuamente charcos y lagunas. De pies a cabeza nos cubría el lodo y el cieno. Las caballerías no tenían ya fuerzas para sacar las patas de la pegadiza gleba… allí se precipitaban en una fosa, más allá se dejaban abandonados los bultos al no haber caballería en la que transportarlos”.

“¡Ay, cuantos cuerpos desdichados, cuantas caballerías aquellos torrentes se tragaron!”

FIN DEL TEXTO DEL TRÍPTICO.

EL EVENTO EN LA PRENSA Y OTROS MEDIOS DE COMUNICACIÓN.


     Algunos medios de comunicaciones locales, provinciales y nacionales, se hicieron eco del evento, tanto por TV como por la prensa. A continuación adjunto algunos recortes aparecidos en la prensa y los enlaces web de noticias o blog relacionados con el asunto, que relatan lo acontecido con más o menos acierto, pues los medios de comunicación ya se sabe cómo son, algunos no atinan aunque se les dé la información mascada, como he comprobado personalmente en otras situaciones.



Artículo de “El País” – Domingo 18 julio de 2004. (Sacado de la hemeroteca que el rotativo tiene en la web)
El último viaje
Los jóvenes de la Ruta Quetzal cruzan el Guadalquivir por Jaén como hizo el cortejo fúnebre de Isabel la Católica

“El 24 de noviembre de 1504, la Reina de Castilla, Isabel la Católica, moría en Medina del Campo (Valladolid), aquejada de unas fiebres. Sin embargo, no fue hasta el 17 de diciembre cuando su cuerpo recibió sepultura en Granada, tal y como expresó en su testamento. Cumpliendo sus deseos, cerca de 200 personas de la corte castellana acompañaron su cuerpo en un viaje que duraría más de 20 días y que, según cuentan los cronistas de la época, estuvieron marcados por fuertes y continuos temporales de lluvias.
Aunque ayer no llovía en Jaén, los componentes de la ruta Quetzal, con Miguel de la Cuadra Salcedo al frente de cerca de 400 jóvenes procedentes de 45 países diferentes, rememoraron el cruce de la comitiva fúnebre de Isabel la Católica por el Guadalquivir, a su paso por Mengíbar. Después de más de seis horas a pie desde Sierra Morena, lugar donde los jóvenes montaron el campamento al igual que se hiciera hace cinco siglos, los participantes de la expedición subieron a una gran balsa, construida para la ocasión en colaboración con la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir.
Según señaló el cronista de Mengíbar, Sebastián Barahondo, el cortejo fúnebre encontró en las aguas crecidas del Guadalquivir a su peor enemigo. "Llegaron aproximadamente el 17 de diciembre y, aunque no se registraron pérdidas humanas, varias carretas y sus mulos y caballos fueron arrastradas por las corrientes", relató Barahondo, quien recordó que el paso en barca se estuvo realizando en la localidad hasta el año 1933.
Marta Cámara es una de los cuatro jiennenses que participan en la ruta que comenzó hace casi un mes en México, recorriendo las huellas de las civilizaciones prehispánicas. En la tarde de ayer finalizó en Granada el camino del cortejo fúnebre de Isabel la Católica, en conmemoración del quinto centenario de su muerte. Pero antes, y como ocurriera en aquel 17 de diciembre, tuvo que tirar de la cuerda hasta alcanzar el margen izquierdo del Guadalquivir. La joven jiennense reconoció que la experiencia está siendo "dura", aunque subrayó que "merece la pena", porque permite conocer otras culturas e intercambiar puntos de vista con personas de países tan dispares como Bolivia, Finlandia o Palestina. "Cuando piensas en las cosas que descubres y en los amigos que estás haciendo, caminar nueve horas bajo el sol es lo de menos", añadió.
La ruta Quetzal es un programa creado en 1979 por sugerencia del Rey Juan Carlos, que mezcla aventura y cultura, y por el que ya han pasado más de 89.000 jóvenes con edades comprendidas entre los 16 y 17 años.
Tras la llegada a Granada, la expedición recorrerá la ruta jacobea del Mar de Arosa, acercándose a la tradición que cuenta la llegada por mar del cuerpo del Apóstol Santiago, acompañado por sus discípulos Teodoro y Atanasio. El buque Galicia de la Armada será el encargado de trasladar a los jóvenes hasta Villagarcía de Arosa, después de hacer escala en Lisboa y Oporto. El Galicia remontará el río Ulla hasta la localidad de Padrón. Desde aquí, la expedición continuará a pie su camino hasta Santiago de Compostela.”



Recorte de prensa del rotativo "El País"



Artículo de "elmundo.es"



Artículo del "Diario de Jaén"



Artículo del "Ideal"



Enlace del blog de Mario Silva con crónica del Cronista Sebastián Barahona Vallecillo.

Contiene una interesante exposición de los hechos históricos y una reseña sobre el desarrollo del proyecto. Documentado con fotografías.


Enlace de Mengibar.org.

Contiene un amplio reportaje fotográfico del evento, tomado desde la orilla occidental.



EL DESMANTELAMIENTO Y EL REGRESO A CASA.


     A primera hora de la tarde, bajo el calor sofocante que no dejó de acompañarnos en ningún momento, procedimos a desmantelar el circo a una velocidad sorprendente, desmontando en un par de horas, lo que nos costó montar cuatro días. Recogimos los cabos, que fue coser y cantar pues sólo había que soltar de la orilla occidental y tirar de la oriental, y subimos a tierra los pantalanes y la balsa, esta última con la ayuda del Isuzu. Desclavamos las cubiertas y apilamos las tablas ordenadamente, desmontamos los “cubis” y retiramos todo lo que no perteneciera a aquel lugar, a excepción de los anclajes y la placa conmemorativa que nunca he llegado a ver.
     Sobre las 18:00 h después de recoger el equipaje del hotel, emprendimos el retorno a casa. Estábamos cansados pero con una agradable sensación, no solo por nuestro éxito, sino por haber compartido ese trabajo entre los tres, disfrutando como cuando nos íbamos juntos al monte con vistas a sacarle jugo a la vida.
     El regreso al Puerto de Santa María transcurrió sin novedad, llegando a la nave de S.T.S. sobre las 21:00 h. Nano, Juanma y yo nos despedimos allí mismo, deseando que se pudiera repetir algo así más adelante, si no en el plano laboral, al menos en lo lúdico. Pero sucede que el paso del tiempo y las circunstancias influyen y nos cambian, nos acucian el trabajo y las responsabilidades, la familia y todo lo demás… cada cual con su guerra. Sucede que pasa el tiempo,  que cada uno tira por su lado y todo queda reducido a un a ver si nos vemos, a ver si hacemos esto o aquello y como mucho, muy de cuando en cuando, cada vez menos, a una salida en kayak o a tomar una cerveza. Perdimos la libertad que teníamos en la adolescencia, la tranquilidad de pensar que lo teníamos todo por delante y que disponíamos de todo el tiempo del mundo. Nos convertimos en adultos y se jodió el invento.

     Con todo no pierdo la esperanza de repetir algo así, y si no se diera, al menos queda el recuerdo de esto, razón por la que he querido plasmarlo por escrito y con detalle para que no se pierda en nuestra memoria, que con el paso del tiempo  juega malas pasadas. Es por eso también que  quiero dedicárselo a mis dos amigos, a Juanma y a Nano, amigos desde la adolescencia con los que he compartido buenas experiencias que en cierto modo determinaron mi carácter y también el de ellos. Va por vosotros pues…


... para rematar, contar que Juanma llegó a montar un video con escenas del trabajo que en su día me gustaría reeditar para poder incluirlo en el blog. De momento incluiré el enlace de un tema de J.J. Cale que adoptamos como banda sonora para nuestra experiencia, la canción Stone River...

STONE RIVER

lunes, 8 de febrero de 2016

FOTOS SÁBADO 17 JULIO DE 2004

De izquierda a derecha, el que suscribe, Juanma y Nano poco antes de comenzar el transbordo del personal.

La balsa atracada en el pantalán oriental, el punto de partida. En primer término José Florido , y en la balsa Nano y yo.


La comitiva de la RUTA QUETZAL compuesta por jóvenes de distintas nacionalidades, se aproxima. Los que iban en cabeza vestían túnicas negras, escenificando el paso de la comitiva fúnebre que transitó por ese mismo lugar en diciembre de 1504. No transportaban féretro alguno, pero algunos llevaban cara de funeral por el cansancio acumulado tras varias horas de marcha con el estómago vacío y bajo un calor sofocante.  Lo del cansancio no es solo una apreciación personal, está basado también en el testimonio de algunos chicos y chicas que intercambiaron impresiones con nosotros. Las cosas se ven muy bonitas desde fuera, pero el llamado espíritu de aventura requiere de grandes dosis de sacrificio.

Los encapuchados colocándose para embarcar, y un cámara de la organización grabando la escenificación.

Miguel de la Quadra-Salcedo, con sombrero de paja,  que no paró de hablar desde que entró en escena.  Juanma, con camisa caqui, aguantando el tipo.

Otra instantánea de Miguel de la Quadra-Salcedo, aún en la orilla oriental.

Otra imagen de los encapuchados, y alguna desencapuchada,  posiblemente harta  de tanta penitencia.
El calor a esas horas empezaba a notarse.

Primeros expedicionarios abordo. José Florido en primer término, y Nano y yo distribuyendo al personal de leva.

La balsa zarpa por primera vez para abordar su corto recorrido con la comitiva abordo. La bajada de la fuerza de la corriente facilitó las cosas.

Otra secuencia de la balsa a mitad de trayecto, y yo con el brazo haciendo de barrera porque los chavales de la parte de atrás tendían a aproximarse de espaldas al borde de la balsa, y no era plan de un hombre al agua, y encima con túnica.

Secuencia de la balsa arribando a la otra orilla. A la izquierda de la imagen se ve a Domingo cobrando del cabo de seguridad, amarrado a una de las argollas, mientras se iba largando el otro cabo de seguridad desde la orilla oriental.

Nano y yo de vuelta a la orilla oriental para recoger a más personal. Tirar de la balsa solo entre dos se hacía pesado al cabo de varios viajes, sobre todo debido al sofocante calor. En el suelo de la balsa, los chalecos que se quitaron los que cruzaron, para que se lo colocaran los que quedaban por cruzar.

Otra secuencia de Nano y yo sudando tinta. Obsérvese el efecto de la corriente sobre la balsa.

El segundo viaje fue para trasladar a algún encapuchado más, ya descapuchado, y a de la Quadra-Salcedo y las autoridades y representantes de las distintas instituciones.
Pecci cubriendo su puesto como buzo de seguridad en la orilla oriental, soportando el calor con el traje de neopreno. Él por lo menos estuvo a la sombra. A Álvaro le tocó estar al sol en la orilla occidental.

La balsa en uno de sus últimos viajes, ya a cargo de Juanma y José, que nos hicieron el relevo.  En cuanto los personajes mediáticos desaparecieron de la escena, el público se quitó de enmedio, con buen sentido, porque a esas horas en la que el calor arreciaba, no resultaba nada estimulante permanecer en el lugar.


El equipo de S.T.S posando con Ana, la mujer de Juanma, embarazada de su hijo Mario.

El equipo de S.T.S. De arriba a abajo y de izquierda a derecha, Pecci, Toni, Álvaro, Juanma, Domingo, el que suscribe, Nano y José.



La que considero como foto oficial del equipo abordo de la balsa, poco antes de ser desmontada. Las maderas serían recicladas y los "cubis" se emplearían durante muchos años en los trabajos habituales de la empresa, quedando la inversión sobradamente amortizada.
De atrás hacia delante y de izquierda a derecha; Toni, Nano, José, Álvaro, Domingo, el que suscribe, Juanma y Pecci.





viernes, 5 de febrero de 2016

SÁBADO 17 JULIO DE 2004 - MENGÍBAR (JAÉN) LA PRUEBA DE FUEGO.

Serían las 07:30 h de la mañana cuando llegamos al escenario del vadeo y ya había público esperando en la orilla occidental. Comprobamos que el nivel del río era adecuado para que la balsa no varase en las orillas y que la corriente estaba bastante contenida gracias a la regulación del cauce por parte de los técnicos de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir. Lo primero a lo que procedimos fue al reparto de camisas caquis tipo safari, unas prendas muy para la ocasión, que Juanma tenía preparadas con el fin de uniformar un poco al personal. También  repartió unos parches de tela con el logotipo de S.T.S. bordado, para colocarlos en las camisas, parches que tuvimos que pegar con cianocrilato pues no había tiempo para ponerse a coser. A continuación enganchamos la balsa a sus dos cabos guía y colocamos el pantalán de la orilla oriental, donde se procedería al embarque del personal.
Otro elemento que se montó fue un cabo de seguridad con unos flotadores a lo largo, que cruzaba el cauce de un lado a otro a unos 30 metros río abajo del lugar de vadeo. Su finalidad era la de hacer de barrera por si alguien se caía de la balsa. Para que el cabo no tocase el agua mientras no hiciera falta y con el fin de que no se viese afectado innecesariamente por la corriente, se tensó un poco mediante un cabo fino que  se cortaría en caso de emergencia.
En el caso de una caída al agua, la persona en cuestión lógicamente se vería arrastrada por la corriente río abajo en dirección al cabo. Uno de los buzos de seguridad, en ese caso Álvaro, que se colocaría en la orilla occidental, cortaría el cabo fino para que el principal rozara el agua y el náufrago pudiera asirse al mismo y mantenerse en él hasta que llegaran al rescate los dos buzos, Álvaro y Pecci, que se colocaría en la orilla oriental dando la nota con un gorro de paja. Si la jugada del cabo fallase, había que contar con la posibilidad de que los buzos y el náufrago se diesen un garbeo Guadalquivir abajo hasta donde pudieran encontrar un lugar desprovisto de vegetación para salir del río. Si en vez de una persona cayesen varias, entonces vaya usted a saber cómo habríamos de arreglárnoslas.

Como he dicho antes, las funciones de buzos de seguridad estaban asignadas a Álvaro y Pecci. Joselito y Toni se encargarían en principio de repartir los chalecos y organizar al personal que embarcaría en la orilla oriental, el punto de partida. Domingo se colocaría en la orilla occidental en la zona de desembarco y se ocuparía de recoger los chalecos salvavidas de los fuesen llegando, para retornarlos a la balsa. A Nano y a mí nos tocó hacer de balseros y nos ocuparíamos distribuir al pasaje para repartir los pesos, darles las instrucciones para que tiraran de la balsa debidamente y de forma ordenada, además de estar pendientes de su seguridad, no fuera que se despistara alguno y pusiera pie en el agua. Una vez desembarcado el personal en la orilla occidental, nos tocaría tirar de balsa a los dos solos para retornar a la otra orilla y recoger más pasajeros. Finalmente, Juanma se ocuparía de supervisar todo el cotarro y se encargaría de hacer algunas fotografías. En la fotografía siguiente resalto algunos detalles.


1 – Pantalán occidental en la zona de desembarco. Domingo se ocuparía de supervisar el desembarco del personal.

2- Argollas a las que se sujetaron los extremos de la balsa. En el lado opuesto sólo colocamos mosquetones.

3- Cabo guía del lado de río arriba o sur.

4- Pantalán orilla oriental, en la zona de embarque.

5- Álvaro en su puesto de socorrista, equipado con neopreno. A su lado estaba el cabo fino que tendría que cortar para que la barrera de flotadores rozase la superficie en caso de que alguien cayera de la balsa.
6- Barrera de seguridad con flotadores, a unos 30 m de la balsa río abajo, para que hubiera tiempo de reacción.
7- Cabo guía del lado de río abajo o sur. A este cabo la balsa se sujetó mediante mosquetones.
8- Cabo de braceo mediante el cual se movería la balsa.



Sobre las 09:15 horas llegaron a la explanada las autoridades municipales y provinciales, entre ellos el Alcalde de Mengíbar. Unos cuarenta y cinco minutos más tarde
llegó a pie la comitiva de la RUTA QUETZAL, a los chavales y sus monitores me refiero, precedida de tres Land Rover, uno de ellos con los colores del Camel Trophy, equipado con sus planchas, sus petacas de combustible, faros de largo alcance en la baca y toda la parafernalia para las rutas todo terreno. En ellos iban Miguel de la Quadra-Salcedo con su camarilla de asesores, ayudantes y reporteros, ataviados con ropa tipo safari.
     La chavalería que protagonizaba la marcha, lo hacía en procesión relativamente ordenada pero sin demasiado entusiasmo, probablemente debido al cansancio acumulado. Según contaban algunos, llevaban en planta desde las cuatro y media de la madrugada y  acusaban un pateo de treinta y tantos kilómetros sin haber siquiera desayunado. A los que marchaban en cabeza, una veintena de ellos, los ataviaron con lobas y capuces negros, esto es, una especie de túnicas negras con capucha, que era lo que les faltaba a las pobres criaturas teniendo en cuenta el calor que hacía, aunque llevaban el mismo calzado que todos los demás, unas botas Panamá Jack, uno de los patrocinadores de la organización. El resto de la tropa iba por detrás, más dispersa y con menos orden. Los de las túnicas las llevaban para recrear el ambiente de la época en la que transcurrieron los hechos, y las caras de funeral las llevaban todos de serie debido al cansancio.
     Antes de comenzar con el embarque tocó el “baño de masas” entorno a la figura de Miguel de la Quadra. El ex atleta, ex reportero y fundador de la organización, se sentía cómodo en su papel estelar, se notaba que estaba acostumbrado a ello, se sabía el centro de atención del evento y no parecía estar abrumado en absoluto.
     Finalizado el pasteleo mediático en la orilla oriental, se continuó con la representación procediéndose al embarque de los primeros expedicionarios,  nueve chicos y chicas de varias nacionalidades, con túnicas negras y un par de reporteros, además de Nano y yo. Los de las túnicas se colocaron los chalecos debajo de las mismas para no romper la estética.
     El público permanecía expectante en la orilla opuesta. Nano se encargó de dar instrucciones a la eventual marinería sobre cómo debían tirar del cabo, y se colocó en proa a babor para controlar esa zona. Yo me coloqué en popa para controlar sobre todo a los dos chavales que quedaban más atrás, que tendían a aproximarse peligrosamente al borde de la balsa cuando tiraban del cabo, de manera que me pasé gran parte del trayecto hacia la orilla occidental con el brazo haciendo de barrera.
     Serían las 10:30 h cuando la dotación de la peculiar balsa estuvo dispuesta y procedimos a zarpar. Los chavales, dotados de guantes, empezaron a tirar de brazos llevando el ritmo que marcaba Nano, y la balsa inició su corta travesía hacia la orilla de enfrente ante la expectación de todos. La balsita desafiaba con salero la corriente río, regulada con esmero por la confederación hidrográfica, una ventaja con la que no contaron los pobres que tuvieron que acarrear con la finada Isabel aquella tormentosa jornada del 13 de diciembre de 1504. Algunas indicaciones al personal para repartir pesos y equilibrar la balsa, y arribada sin contratiempos a la orilla occidental. Aplausos, entusiasmo generalizado y alivio para nosotros porque la cosa funcionaba.
     Tras desembarcar al personal y recuperar los chalecos y los guantes para que pudieran utilizarlos los que quedaban en la otra orilla, nos tocó tirar de cabo a Nano y a mí. El sofocante calor empezaba a apretar y nosotros a resoplar, solo de pensar que era el primero de los al menos veinte viajes más que había que hacer para que pasaran las autoridades y la comitiva al completo que rondaba la centena de personas.
     Después de que hubieran cruzado los expedicionarios de las túnicas negras, tocó el turno de las autoridades locales, precedidas de Miguel de la Quadra-Salcedo, que en esas fechas, para tener 72 años se encontraba bastante bien, pero no mejor que mi madre. Con todo cojeaba un poco y parecía recurrir mucho de un tal Luís Luna, que debía ser el director del campamento, su ayudante o algo así, al que traía por la calle de la amargura pues  requería tantas veces al pobre hombre, que le iba a gastar el nombre.
Cuando de la Quadra embarcó, le di la bienvenida  abordo, y tras darme las gracias me preguntó sin venir a cuento que dónde había hecho la mili. Un poco perplejo por la pregunta, le respondí que la hice en Infantería de Marina. Entonces, como si le hubiera saltado un resorte, me contó una de sus historias acerca de uno que él conoció cuando estuvo de reportero en el Congo, que hizo la mili como infante de marina y que después se metió a mercenario. De seguido  contó a todos los presentes aquella historia bien conocida de cuando estuvieron a punto de fusilarlo en el mismo Congo por filmar un fusilamiento.
     Cuando terminó de contar la historia exprés, primera parte, se dirigió al otro extremo de la balsa donde estaba Nano, y tras hacerle la misma pregunta que a mí, casi sin dejarle responder, se enfrascó en otro de sus monólogos sobre sus aventuras por el ancho mar, con el corrillo de autoridades entorno suya chupando cámara, y no paró de hablar hasta que llegamos a la otra orilla.
Antes de pisar tierra en la orilla occidental, de la Quadra intercambió algunas palabras con Domingo, para después centrarse en el protocolo previsto, desembarcando cual General MacArthur pero sin pipa y sin mojarse los pies, aunque sí se dio otro baño de masas entre los paisanos de Mengíbar que asistieron al evento, que no pasaban de los 150 asistentes.
     Mientras nosotros embarcábamos los chalecos y los guantes para llevarlos de vuelta a la otra orilla, de la Quadra dijo unas palabras de corte oficial delante de los asistentes, mientras que se descubría una placa conmemorativa, que por cierto no llegué a ver de cerca. De la Quadra seguía requiriendo continuamente al tal Luna, y fue así como lo dejamos la última vez que lo vería por el resto de los días amén.
     Regresamos a la otra orilla para recoger a los expedicionarios que quedaban, los cuales ya no llevaban túnicas, solo cansancio y hambre, ciento y pico de chavales con sus monitores esperando pacientemente el turno para cruzar en la balsa y poder completar los últimos cuatro o cinco kilómetros hasta Mengíbar donde les esperaba el desayuno, aunque dadas las horas que eran, dudo que algunos llegasen a tiempo para tal propósito.
Cuando hicimos el siguiente viaje a la orilla occidental, de la Quadra y su comitiva habían desaparecido, y el público empezó a retirarse también. Ver cruzar la balsa una y otra vez con chavalería anónima abordo ya no tenía interés, además el calor empezaba a apretar y lo que primaba a esas horas era tomarse unas tapas con unas buenas cervezas.
Dejaron atrás a los demás jóvenes de la ruta, los pobres a esas horas hartos y hartas de coles, a los que fuimos pasando en tandas de unos 12, lo que supuso unos 10 viajes de ida y vuelta, aunque a Nano y a mí nos relevaron después de hacer poco más de la mitad de todos los transbordos que se hicieron.
     Cuando terminamos trasladarlos a todos era más bien la hora de comer. Nadie se dignó a pasarse para felicitarnos por nuestro trabajo, ni si quiera los de la constructora, que se apuntaron al desayuno, pero así son las cosas, unos cardan la lana…
La explanada quedó desierta a excepción de los integrantes de S.T.S. pero de todas formas teníamos motivos para estar orgullosos por el resultado de nuestro trabajo.  Tras asegurar la balsa, que ya no volvería a utilizarse más, nos hicimos las fotos de rigor para recordar la historia, y a continuación nos fuimos a comer todos juntos.